El general Ramón Camps condujo la investigación del caso Graiver como Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Su versión del tema la volcó en el libro “El poder en la sombra”.
En relación al punto crítico de la actual ofensiva del gobierno contra Clarín y La Nación, Camps describe que la venta se aceleró ante la investigación que el gobierno estaba realizando sobre el patrimonio de Graiver.
Es decir, que Lidia Papaleo vendió -sin coacción alguna- para evitar que sus empresas fueran intervenidas por los militares, ante la evidencia de que eran en parte el producto del lavado de los fondos de Montoneros.
Éstas son algunas partes claves del testimonio de Camps.
La fortuna de Graiver
“La investigación que inicié en 1977 descubrió que los terroristas Montoneros habían entregado a Graiver 17 millones de dólares para que los trabajase.
Este capital negro aumentó enormemente las posibilidades de maniobrar en el mercado financiero.
Por esta “atención”, Graiver pagaba mensualmente U$S 133.000, que la organización gastaba en armas, explosivos, sobornos y viajes al exterior para recibir instrucciones e informar a sus dirigentes sobre el desarrollo de la guerra.
Parte de los fondos provenían de los incontables secuestros extorsivos que habían perpetrado hasta entonces”.
Las confesiones de Lidia Papaleo
“Quizá haya algo de verdad cuando Lidia me dijo que no sabía nada de la relación entre Graiver y Montoneros hasta después de la muerte de David, pero también es cierto que jamás se le pasó por la cabeza ponerse bajo la protección de las autoridades legales, sino que siguió manejando las cosas por su cuenta: la relación con los subversivos fue una herencia que aceptó íntegramente”.
La venta de las acciones
“En mayo de 1976 reaparece en escena Francisco Manrique, que venía de los EEUU, donde había conversado con Graiver y le dijo que éste tenía una propuesta importante.
Graiver se había comunicado con Miguel de Anchorena dos meses antes, exactamente el 24 de marzo y desde los EEUU le preguntó telefónicamente y muy preocupado “si era verdad que se había ido el Ministro de Economía”. Los que se van son todos, contestó Anchorena.
Graiver aprovechó la oportunidad para ofrecerle un cargo de director de banco, pero recibió una negativa.
David insistió con otra llamada y después con una carta.
Gracias a la intervención de Manrique, de quien Anchorena es muy amigo, éste aceptó la propuesta y Silvia Fanjul le informó superficialmente sobre las empresas que componían el holding.
Después los acontecimientos se precipitan:
en una nueva llamada, Silvia Fanjul le avisa que al Banco Comercial ha llegado una inspección de la Comisión Nacional Investigadora y otra del Banco Central.
También se estaba tramitando un proceso que la Asociación Bancaria había iniciado en un juzgado de instrucción reclamando la inversión de fondos que había hecho en el Banco Comercial de La Plata.
Con semejantes novedades, Anchorena desistió de los planes de jerarquizar los directorios.
Después del accidente aéreo, el Dr. Rubinstein le propuso que se hiciera cargo de la sucesión.
Anchorena aceptó y nos contó cómo estaba llevando el asunto.
Había hecho tres ventas importantes.
Una de acciones de Galería Da Vinci a los diarios La Nación, La Razón y Clarín por ocho millones trescientos mil dólares, operación mediante la cual los diarios citados tomaban el control de Papel Prensa.
La venta requería la aprobación del gobierno nacional, el representante de menores (por haber menores de edad con derechos sucesorios) y el juez.
También había tratos para vender el Banco de Hurlinghan en tres millones de dólares, previa autorización del Banco Central y del juez.
En cambio, Anchorena no participó en la venta de acciones del Banco Comercial de La Plata, porque cuando se realizó la operación él se había tomado unas vacaciones, pero creía que de todas maneras el precio del banco había quedado “terriblemente bajo” por las intervenciones y los rumores que corrían.”
“Según sus palabras, los conocimientos que tenía sobre el patrimonio de los Graiver eran bastante vagos para un abogado que está tramitando la sucesión de ese patrimonio.
Jamás había sabido que podían pertenecer al grupo las empresas Ultima Hora, La Opinión, Diario de la Tarde, Criagro, Kerik Publicitaria y varias más.
Nunca había oído una palabra de las inversiones en el exterior, salvo una en Brasil, otra en Paraguay (la compra de un campo) y un grupo internacional de bancos.
De todo lo demás no sabía nada”.
Carlos Tórtora
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