lunes, 30 de noviembre de 2009

CRISTINA TUVO CON EL PAPA LA FOTO QUE EVITO NESTOR

Si la presidenta argentina fuese bañada en aguas de humildad tal vez pudiese hacer un balance de los últimos acontecimientos que la llevaron a su peor momento desde que llegó al poder.

Benedicto XVI recibió por primera vez a un presidente argentino en el Vaticano.

En la reunión que puso frente a frente a Cristina Kirchner con el Papa también estuvo presente la mandataria chilena Michelle Bachelet.
El motivo del encuentro fue para celebrar el vigésimo quinto aniversario de la firma del Tratado de Paz entre Argentina y Chile, acontecimiento considerado como “histórico” por el gobierno nacional.

Pero el gesto también tiene una lectura política para el ámbito local.
La relación entre el kirchnerismo y la Iglesia católica está teñida de desencuentros, controversias y pocos acuerdos.
No es casualidad que Néstor Kirchner no haya caminado nunca bajo los techos del Vaticano durante su mandato.

Es más, en el último round fuerte entre la Iglesia y el Gobierno justamente participó Benedicto XVI.
Pero rápido de reflejos el kirchnerismo evitó confrontar con el Pontífice.

El 6 de agosto pasado el Papa llamó a los católicos a realizar un esfuerzo para “reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social en la Argentina”.

Enseguida, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, prefirió cuestionar una vez más a los medios por manipular “las palabras del Santo Padre” y aseguró que se trata de un discurso “natural”.

“Las palabras del Papa son similares a las que recibió la Argentina en otros años y es lo que ha dicho en otros lugares del mundo.
No tienen nada de novedoso.
Es una característica habitual y me parece bárbaro que eso suceda”, justificó Fernández durante una conferencia de prensa en la Casa Rosada.

“No le hagan decir al Papa lo que no dijo.
Es una falta total de calidad informativa y desde el punto de vista humano es casi berreta”.
Y prosiguió: “‘No se puede trabajar de una manera tan torpe y sin sensibilidad.
Cuando nuestro proyecto comenzó a trabajar en 2003 la obsesión fue atacar la pobreza.
Esta es la Argentina que duele y que es un escándalo.
Un pobre es un escándalo”.

Lo cierto es que el Gobierno salió rápidamente a poner paños fríos.
Gracias a Dios o a la intervención del jefe de Gabinete, Cristina Fernández pudo caminar por la Plaza San Pedro, admirar la Capilla Sixtina y sacarse la foto con el Papa, esa que no tiene Néstor.

De todos los errores que pudo haber cometido la Presidente, hay uno que le perdonan: la arrogancia.
Es cierto que no es un pecado original, la mayoría de los políticos argentinos la tienen, pero Cristina Kirchner ha sido la reina de las arrogantes.

Su incapacidad para conceder algo en un conflicto que le llevó casi cuatro meses de los seis que tiene su gestión la llevó al punto de casi conceder todo, cuando se barajó, en charla familiar-partidaria con su marido y ex presidente, la posibilidad de renunciar ante el revés parlamentario.
Así de extremistas son los Kirchner, tanto ella como él.

Aun así, la Presidente tiene una maravillosa oportunidad para comenzar a escalar en el propio foso que se cavó, aunque para advertirla necesita despojarse de su vanidad.

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