Temprano, siempre antes de las ocho de la mañana se escuchan los pasos del celador que recorriendo celda por celda, controla y cuenta preso por preso.
Nos levantamos, aseamos y preparamos alguna infusión para iniciar el día.
Cada salida diaria de la celda, nos recuerda y nos marca la cruenta y desmesura dimisión de la mentira oficial.
Intercambiamos saludos de buen día.
La primera imagen se cruza normalmente con trapos y escobas en manos del equipo de limpieza de turno.
El mantenimiento de sitios compartidos es tarea vital para mantener alejada, lo máximo posible, la pertinaz invasión de insectos y roedores.
Todos los días aparecen en forma inexorable y recurrente las mismas preguntas:
¿qué hacemos en este lugar?
¿Es justo que nos acusen por haber pertenecido a las instituciones de la Patria y haber vestido uniforme en los años 70 y pico?
Estamos seguros que nada es casual.
Nuestro total aislamiento al amparo de medidas de máxima seguridad, es una invitación a luchar por la verdad y la justicia.
Nos aseamos y ordenamos las celdas, nos vamos reuniendo en el sector de uso común y esperamos que abran la puerta de reja que habilita un pequeño espacio al aire libre.
En este sector a cielo abierto, hay un reducido triángulo con suelo duro pedregoso y arcilloso, que con esmero y paciencia tratamos de transformar en fértil y productivo para plantar y sembrar.
Este proyecto de huerta, lo impulsó con alma y corazón en su condición de preso político el Sr. Capitán de Navío (R), Carlos Pazo.
Fue ejemplo de entereza y tolerancia.
Supo armonizar este conjunto heterogéneo de personas con las que compartió su encierro en Marcos Paz.
Su estado de salud y las duras condiciones que impone la prisión no lo ayudaron a continuar con nosotros.
Falleció con honor y dignidad.
A él nuestro respecto y merecido homenaje.
Durante la mañana algunos lavan su ropa, otros caminan o hacen ejercicios; hay quienes se sumergen en la lectura, pero no se nos permite estudiar o trabajar.
Al mediodía nos sentamos agrupados en diferentes mesas, para compartir un frugal almuerzo.
Esta es una buena oportunidad para detectar si alguien falta, la ausencia pude significar la aparición de un problema personal o un estado depresivo.
En este caso concurrimos en su ayuda e intentamos apoyarlo y brindar ánimo.
La rutina solo se altera con cada inspección, control médico u operativo o visitas personales.
La edad promedio de presos políticos se ubica en los 62 años; esto nos motiva a muchos de nosotros a organizar tareas, deportes, trabajos en la huerta o manuales y una serie de actividades variadas.
El objetivo central es no permitir el encierro, ya que el mismo es letal y terminante.
A la edad nuestra no hay con que darle, te acaba poco a poco y como una vela encendida se consume lentamente.
La lucha es dura porque hacemos un ejercicio permanente de no trasladar a nuestras mujeres e hijos las preocupaciones y angustias que a muchos agobian.
Todas las actividades incluyendo la revisación médica, requisas o inspecciones, visitas, exhortos judiciales, desplazamientos por los extensos pasillos, siempre se realizan con el estricto control del servicio, y siempre de acuerdo a sus reglamentos y legislación vigente.
Después es cuestión de ducharse, cenar ligeramente agrupados, conversar un poco para luego cumplir con el horario de encierro en la celda esperando el nuevo día.
Así es como transcurren los días en Marcos Paz; los días, los meses y hasta los años pasan con una velocidad tremenda, lejos de nuestras familias y nuestros amores y sin que siquiera una medida o una comunicación judicial altere esta monotonía.
Si no fuera por la fuerza interior y el espíritu de lucha de la mayoría, esta forma de subsistir y este gigante del aislamiento nos iría matando de a uno, sin prisa pero también sin pausa.
no conocìa al valiente que se fuè, pero nos dejò un legado, es mejor morir de pie que vivir de rodillas como muchos que conozco. Mi pesar a su familia y un gran abrazo para todos aquellos que lucharon por una patria mejor
ResponderEliminarmarayke