lunes, 21 de mayo de 2012


LA GATA ANGOLA


“… parece que ya nada la sorprende,
parece saber todo de la vida,
parece pero no es lo que parece,
es una gata herida”
- Cacho Castaña

Pocas veces un funcionario argentino debe haber contribuido tanto a enaltecer el escenario del burlesque universal como los dichos de nuestra inefable y jocosa Presidente durante su visita de Estado al país africano; con seguridad, y dada la visibilidad que impone su cargo, superó por amplio margen la imagen de nuestro eximio Canciller en Ezeiza, con tenazas en la mano, abriendo containers oficiales de los Estados Unidos, llegados al país en el marco de un acuerdo para entrenar a las policías criollas.

Después de acariciar ubres campeonas, de danzar alegremente con bailarinas locales (¡gracias a Dios, terminó el luto por “Él”!), de regalar toda clase de merchandising agraviante y de no obtener ningún acuerdo comercial entre ambos países, el exaltado discurso de doña Cristina resultó absolutamente desopilante, mucho más que la pétrea cara de Twitterman ante las filosas preguntas de Jorge Lanata acerca de la bifronte política nacional frente a los derechos humanos.

Más allá del hilarante viaje de esta verdadera “Armada Brancaleone” a Angola, en el cual Patotín se dio el lujo de reemplazar nada menos que a Vittorio Gassman (si usted es tan joven como para haberse perdido esa inolvidable película, búsquela ya mismo), la Argentina continuó esa semana su lento pero ahora acelerado descenso hacia el infierno.

El record absoluto en orden al ridículo, con injustificada poca trascendencia, fue el informe trimestral que las empresas que cotizan en la bolsa de Nueva York deben presentar a la misma y que, en el caso de YPF, esta vez fue firmado nada menos que por don De Vido, interventor de la petrolera. 

En ese documento, el señor Ministro, cómplice de don Néstor (q,.e.p.d.) y de doña Cristina en la ruinosa política energética argentina, explicó al organismo norteamericano que la compañía tuvo enormes complicaciones en razón ¡del congelamiento tarifario y la quita de las concesiones por parte de los gobiernos provinciales! 

Brufau, Presidente de la empresa confiscada, debe estar frotándose las manos ante la inesperada confesión, y tratando de contratar a don Julio de Vido como abogado.

En las más que transitorias y noveles manos ejecutivas de doña Beatriz Rojkés de Alperovich (Guita-rrita estaba en Suiza), nuestro país recibió una noticia que lo golpeó en donde más le duele: la falta de dólares. 

La cancelación, por parte de Repsol, de los embarques de gas licuado, fuerzan a Enarsa, nuestra petrolera fantasma e importadora, a salir a buscar su reemplazo en los mercados mundiales, que no están dispuestos a aceptar pesos ni promesas para desembarcar el fluido en Bahía Blanca o Escobar y que, cada día, cotizan más caro el producto.

Por otra parte, el miedo oficial que impulsó a Patotín a ordenar a don Echegaray vigilar la city con innumerables agentes de la Afip, humanos y caninos, y de la Policía Federal, no hizo más que contribuir, obviamente, a la disparada del dólar blue, haciéndolo superar con holgura la brecha mágica y amenazadora del 25% con el “oficial”.

A la supina ignorancia de don Moreno en materia económica, por cierto compartida por la señora Presidente, se suma el dogmatismo marxista del novel Kiciloff, ahora desautorizado por su jefa natural en su propuesta de desdoblamiento del mercado cambiario. 

Todos, alegremente, continúan pisoteando el termómetro para curar al paciente.

Señora y señores: ¡las enfermedades son la inflación, la corrupción y la inseguridad jurídica! 

Mientras no comprendan algo tan elemental nadie, sea nacional o extranjero, invertirá un peso (o un dólar) en la economía argentina. 

Y si nadie invierte, el único que continuará generando empleo es el sector público, incrementando la necesidad de financiamiento “trucho”, que realimenta la inflación. 

Hasta que estos irresponsables no entiendan esta norma básica, el perro seguirá mordiéndose la cola y deberán tomar por asalto más cajas para hacerse del dinero que necesitan; si, en el camino, hay que desterrar principios como la propiedad privada, siempre podrán recurrir a la invención de nuevos enemigos para justificarlo.

Mientras tanto, el oficialismo sigue jugando con un fuego muy peligroso. 

El apriete financiero dispuesto sobre el Motonauta, para impedir que su imagen –que ya supera en diez puntos a la de doña Cristina- continúe siendo invulnerable, parece olvidar que la Provincia de Buenos Aires es gobernada desde La Plata, pero sus zonas más calientes están en el  Conurbano sur y oeste, lo que implica decir a escasas cuadras de la Casa Rosada; incendiarla, entonces, no parece ser un buen plan, porque también la señora Presidente se verá envuelta en llamas. Salvo, claro está, que cuente con la Gendarmería para evitarlo.

Lo que está sucediendo en la Argentina, además de una calamidad es una pena. Con un poco de sensatez y de sentido común, y también de honestidad, nuestra situación mejoraría rápidamente. 

Sigo creyendo que la solución pasa alrededor de las sesenta propuestas que incorporé a la nota “La Argentina que quiero”, que puede leer en mi blog y que ha sido reproducida en muchos medios electrónicos merced a la generosidad de sus propietarios.

Se trata de brindar a los inversores previsibilidad y respeto a reglas y contratos, de mejorar la educación y la salud, de ofrecer seguridad ciudadana, de terminar con las prebendas oficiales y con la corrupción endémica.

Porque es real que el escenario macroeconómico es sideralmente mejor que aquél en el cual, en 2001, se desató la explosión. 

Sólo la torpeza y la impericia de quienes nos gobiernan, intentando combatir los síntomas y utilizando equivocados tratamientos, pueden convertir en falsa esa afirmación, y la obcecación en mantener insostenibles subsidios, en un cuadro de déficit energético de esta magnitud, agravará el problema.

El panorama externo, con el real devaluándose, con el euro debilitándose frente al dólar, con frentes de conflicto abiertos con casi todas las economías del globo, con generalizada desconfianza respecto a nuestro país y sus políticas, en muchos casos debidas a nefastos comportamientos argentinos, aporta complicaciones graves que tampoco serán manejadas racionalmente, ya que primarán el discurso y el relato sobre la realidad.

Hace unos días, Wen Jiabao, Primer Ministro de China, visitó a su colega Dilma Rousseff; en esa oportunidad, dejó para la posteridad, confidencialmente, diez sugerencias para mejorar Brasil. 

Pese al secreto impuesto al tema, tales consejos trascendieron, llegaron a mis manos y, si tiene interés, se los enviaré por mail, ya traducidos al español.

Si bien la misma China puede ser denostada por varios flancos complicados que presenta su realidad, resulta curioso descubrir que las recomendaciones podrían ser de perfecta aplicación para nuestro país, que sufre lacras muy parecidas a las brasileñas. 

Tal vez, si hiciéramos caso a Jiabao, los chinos dejarían de ser meros cuentos repetidos para transformarse en una posibilidad seria y concreta de impulsar nuestro verdadero desarrollo.

Esta noche, seguramente, Jorge Lanata nos traerá, en televisión, otras jocosas anécdotas de nuestra gata de Angola y de esa curiosa Armada que la acompañó en su viaje. 

Cambiar a todo el mundo civilizado por un país tan especial como para sostener a un despótico tirano en el poder por treinta años no parece, tampoco, ser una buena receta de cara al futuro.

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