Los controles policiales demoran el
deterioro de las variables macro, pero no lo frenan, ni
menos aún lo
revierten.
Medidas de fondo postergadas por el costo político.
La voz del
dólar.
El discurso presidencial de anteayer fue de economía retro.
Hubiese tenido algún vínculo con la realidad el 25 de Mayo de hace seis o siete
años, pero no en el de 2012.
Apenas 48 horas antes de subirse a la tribuna en
Bariloche la jefa de Estado oyó del ministro de Economía y del secretario de
Hacienda que el déficit fiscal financiero de abril había más que cuadruplicado
el de un año antes y que el superávit primario se había achicado casi el
50%.
Sólo los fondos extraidos del sistema previsional evitaron que el
rojo fuese más espectacular.
También por esas horas el Indec reconoció que la
actividad industrial se había contraído por primera vez desde el infausto 2009.
Un cuadro muy distinto al de las épocas doradas del "modelo".
El
enfriamiento de la economía no es novedad; tampoco las voces de alerta sobre esa
riesgosa tendencia.
Pero en este caso no fueron los agoreros de siempre
-economistas, periodistas, opositores- los que advirtieron sobre lo que estaba
ocurriendo.
Lamentablemente para la Casa Rosada la voz que tapó a todas las
demás fue la del dólar blue trepando por arriba de los 6 pesos y abriendo una
brecha superior al 30% respecto de la cotización oficial a la que cada vez menos
operadores tienen acceso.
Y por esa brecha parece haberse colado la
realidad al despacho de la presidente Cristina Fernández que recibió al ministro
Hernán Lorenzino y al secretario Juan Carlos Pezzoa quitándole protagonismo al
angoleño Guillermo Moreno.
Una promesa de racionalidad que, sin embargo, no
cuenta con excesivas probabilidades de consolidarse.
Después de una
década de vigencia, el "modelo" y sus beneficiarios políticos están en una
encerrona.
Por razones electorales el kirchnerismo deterioró la moneda con una
inflación de entre el 20 y el 25% anual y ya no tiene a mano el default y la
devaluación como solución "mágica" para empezar de nuevo.
A lo que ahora se suma
la crisis europea, el fortalecimiento del dólar y la consiguiente baja de los
commodities.
Un panorama recesivo que recomienda bajar el ritmo de crecimiento
del gasto público y de la emisión monetaria, algo que seguramente no ocurrirá
porque el impacto negativo en el consumo tendría consecuencias en las
urnas.
¿Qué ocurrirá en cambio?
Habrá más de lo mismo.
Control de
importaciones que perjudica especialmente a la industria local y no resuelve los
problemas de fondo de la balanza de pagos.
Que demuestra de paso la fragilidad
del proceso de "industrialización" de los últimos años. Como el 50% de los
insumos de la industria son importados, el cepo para que no se gasten dólares
termina frenando la actividad.
Los armaderos de siempre siguen siendo eso,
armaderos, más all del ilusorio relato nacional, popular y desarrollista.
El
control de cambios, por su parte, generará más presión sobre el dólar paralelo
y, lo que es peor, sobre los precios internos.
Se descuentan asimismo más
estatizaciones ruinosas para el Tesoro por colapso de los servicios y una mayor
emisión.
Uno de los ejemplos más elocuentes del callejón sin salida a que
ha llevado al kirchnerismo la intangibilidad de las políticas que inauguró en
2003 fue el de la rescisión del contrato a TBA, operadora de los ferrocarriles
Mitre y Sarmiento.
El servicio fue a parar a manos de Roggio, operador de
Metrovías, empresa a la que una semana antes el propio gobierno había denunciado
por vaciamiento mediante la tercerización de la publicidad en el
subte.
La decisión de desplazar a TBA recién tres meses después de la
masacre de Once tiene una sola explicación: sus directivos van a ser procesados
y el gobierno se adelanta a la medida judicial.
Pero la sustitución de
operadores no cambia nada respecto del servicio ferroviario que seguirá siendo
el peor de la historia porque el "modelo" es el mismo inaugurado hace una
década.
El privado al que se entregan los trenes no aporta nada, ni
recursos, ni inversiones.
Se limita a administrar los multimillonarios subsidios
estatales, lo que genera las lógicas sospechas de connivencia entre empresarios
y funcionarios.
Y no sólo sospecha, sino también denuncias y procesos judiciales
que estarán en el "freezer" mientras el kirchnerismo siga en el poder.
El
efecto que ha tenido esta "política" fue catastrófico y la masacre del Once,
sólo un ejemplo.
Si el negocio es el reparto de subsidios el usuario no cuenta y
el ferrocarril queda convertido en una ruina.
Una situación que el kirchnerismo
ya no sabe, no quiere o no puede revertir.
Sergio Crivelli
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