Tal como lo dijimos reiteradamente, lo que ahora se juega en la cúspide del gobierno es la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de abandonar su lamentable carrera política, lo cual registra dos etapas posibles:
la primera, es el abandono del poder pese a que en tal caso la presidencia recaería en Julio Cleto Cobos -algo que la enferma- o bien la próxima confirmación, que podría ocurrir dentro de pocos días, de que no se presentaría a la reelección.
En el fondo, es lo mismo, pues en los hechos, aunque se quede a dormir en Olivos, descanse en El Calafate o mire por la ventana de la Casa Rosada, perdería el escaso poder que aún mantiene y desataría un proceso de aceleración de la descomposición del peronismo.
Sin embargo, para algunos analistas, esto último produciría inevitables ajustes partidarios y los sectores más equilibrados buscarían apuntalar un entendimiento futuro entre grupos afines, tarea en la que está empeñado el radical (a secas) Rodolfo Terragno, quien con paciencia y al borde del agotamiento quiere construir una suerte de coalición que lo ha llevado a conversar con los dirigentes más diversos, casi siempre acompañado de Juan Carlos “Chueco” Mazzón, director del área presidencial de la Casa Rosada.
Las gestiones son saboteadas por los “ex jóvenes imberbes” expulsados por Perón de la Plaza de Mayo poco antes de morir, lo que muestra una continuidad de la problemática que caracteriza la vida interna del peronismo.
Podríamos decir que la “historia se repite” lo que también nos induce a pensar que el final de esa pulseada de más de treinta años atrás podrá tener un final similar, mal que les pese a Diana Conti, Carlos Zannini, Carlos Kunkel, Dante Gullo y tantos otros que persisten con un proyecto de izquierda que se cae a pedazos junto con el fracaso de Chávez, los pocos meses que le quedan a Evo Morales en el poder y las situaciones de crisis que se han formado en la región.
Cristina masculla de rabia el desaire de Barack Obama, que decidió ignorar a la Argentina en su gira latinoamericana, lo que es toda una señal de los cambios que se avecinan pero también de un toque de atención que tal vez exprese el deseo de que la Argentina recupere la capacidad perdida para equilibrar el escenario estratégico.
De todos modos, Cristina estará arrepentida de haber aceptado el asesoramiento de los “imberbes” en el sentido de no recibirlo al subsecretario adjunto para Asuntos Latinoamericanos, Arturo Valenzuela, quien sólo pudo conversar con el canciller Timermancito, actitud que cuando carece de contenido y se ejecuta desde la debilidad siempre se paga caro en el mundo diplomático.
Así las cosas, la izquierda no da marcha atrás.
En punta del Este, la activista Milagro Sala descansa de sus andanzas populares y ya es todo un ejemplo de lo que ofrece la “militancia” como conducta revolucionaria.
Al menos ahora está más cerca de uno de los centros del poder de la droga que en la Capital Federal repercute más que en su empobrecida Jujuy, pues no sólo dará mucho que hablar sobre las relaciones especiales de Nilda Garré con un área de la Fuerza Aérea, sino que destapará nuevos hechos que afectarán a la ministro.
Por ahora, los asaltos a los bancos a plena luz del día están a la orden, como quien dice, y las ocupaciones de predios públicos y privados darán un marco anárquico -más todavía- a la vida ciudadana.
Lo que sucede en Esteban Echeverría, donde su intendente, Fernando Grey, pertenece al área moderada de lo que aún puede mencionarse como kirchnerismo, es toda una revelación.
Grey se opone a la verdadera invasión dirigida por los sectores de la izquierda y se opone abiertamente al negocio de ventas de tierras en actos ilegales y “privados” que constituyen una verdadera estafa a quienes caen en las manos de las organizaciones de delincuentes que bajo el disfraz de la falta de viviendas y las consecuencias sociales que esto produce, hacen su agosto en medio de la conmoción que finalmente producirán los sucesos en su conjunto.
El de Esteban Echeverría requerirá de la intervención de una gran movilización de la fuerza pública y tanto es así, que no son pocos los conocedores del problema que se preguntan con fundada inquietud si esto no podrá ser el inicio de una escalada mayor de conflictos.
Más aún, cabe preguntarse si una sucesión coordinada de esta clase de problemas no los convertirá en inmanejables.
Y con ello se inicie una situación de lo que menos que puede decirse, es que será altamente peligrosa.
Tanto la Iglesia, que algo conoce de estos asuntos y anticipó varias veces su inquietud, como los servicios de inteligencia, que aún funcionan pese al empeñoso desmantelamiento al que fueron sometidos, siguen con explicable detenimiento estos asuntos.
Carlos Manuel Acuña
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