Los escasos y confusos indicios de moderación de Cristina luego de fallecimiento del ex presidente se opacan o directamente se esfuman, por su conocida incompetencia en la toma de decisiones de gobierno.
Los acontecimientos ocurridos en Villa Soldati en el Parque Indoamericano parece que nos retrotraen a la época en que los destinos del país eran manipulados demagógicamente por su obtuso finado esposo y que nos llevan al mismo triste y lamentable resultado.
Me refiero, obviamente salvando las distancias, a los episodios de Gualeguaychú, referente a la instalación del complejo de la pastera Botnia en la otra margen del Rio Uruguay.
La similitud entre ambos conflictos es que el gobierno, para no malquistarse con un reducido sector de la población, no emplea la responsabilidad y facultad que le cabe y compete para restituir el orden y hacer cumplir las leyes en vigencia.
Como consecuencia lógica, el sector involucrado en el conflicto hace lo que le parece mejor.
No solo en este episodio que nos ocupa, ni en el de Botnia, sino en todas aquellas manifestaciones, marchas y escraches piqueteros, en donde claramente se vulneró la ley y normas vigentes.
Es el límite entre una sociedad organizada y la anomia y la anarquía social.
Para lograr los votos de esos sectores el gobierno no cumple con su principal función estatal que es la de proporcionar seguridad a la población y garantizar el cumplimiento de las leyes y la Constitución.
La demagógica postura de los Kirchner es que las protestas sociales no pueden criminalizarse aunque originen desmanes, vandalismo, destrucción, muertes y heridos y el consecuente caos.
Un erróneo concepto que significa una verdadera involución de la democracia del país y que lleva indefectiblemente a la anarquía y a la impunidad.
Recordemos que el Estado posee el monopolio de los medios de coacción, en otras palabras, los medios necesarios para la utilización de la violencia de ser necesario, justamente para asegurar la seguridad, la paz y el imperio de la Ley.
Eso es lo que intentó el gobierno de la Ciudad mediante la Policía Federal y la Metropolitana en los comienzos del conflicto.
Pero inexplicablemente la Policía Federal recibió la directiva de retirarse de la Zona.
Este hecho claramente constituyó una perversa maniobra política ideada por el gobierno nacional para dañar y erosionar la imagen del gobierno porteño, sabiendo que la Policial Metropolitana no contaba ni los efectivos, los medios y pertrechos, la experiencia y la capacidad operativa necesaria para estabilizar la situación.
Y como no podía ser de otra manera la situación se salió de madre y desbordó con la secuela de víctimas fatales, decenas de heridos y el parque convertido en un verdadero campo de batalla con una furia y violencia pocas veces visto.
La situación empeoró drásticamente cuando la indignación de los vecinos de los barrios aledaños a la zona, hasta entonces simples espectadores de estos atropellos, comenzaron a participar activamente.
Era casi obvio que ello ocurriría.
Un espacio público es un espacio de todos los argentinos.
Inclusive suyo y mío.
No queremos que alguien, fuese quien fuese, se apropie por la fuerza de algo que es nuestro.
Ocurrió lo que tantos analistas políticos preanunciaban: la guerra de pobres contra pobres.
Se cumplió lo que los Kirchner tejieron maquiavélicamente a lo largo de su gestión en su política de confrontación entre los argentinos.
La presidente como era de esperar, en su papel de figurita de cartón pintado, indecisa, indefinida, irresoluta, absolutamente incapaz de afrontar la situación.
Su titiritero ya no existía y vaya saber quien la asesoraba tan equivocadamente.
Tal vez su ex chofer.
Ella en realidad, tampoco existía.
El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, en su conferencia de prensa con su clásico lenguaje patoteril, agraviante y casi obsceno, afirmó con énfasis que "no están dispuestos a sacar policía federal de ningún lado para custodiar estos lugares porque esa no es la solución".
Calificó como “irracional el comportamiento de las autoridades del gobierno de la Ciudad" y como ya es su costumbre, aprovechó para denigrar la acción policial.
Ni loco pasaba pensaba enviar a la Federal al lugar de los hechos manifestó.
Pero en realidad lo que le pasaba por su cabeza, era que ni loco pensaba colaborar con el gobierno de la ciudad.
Mientras pronunciaba estas desafortunadas palabras, más de tres mil efectivos de la Federal se aprestaban a cubrir un dispositivo de seguridad en Plaza de Mayo en donde se iba a realizar un festival y show circense oficial, en donde iba a participar la verborrágica mandataria.
Macri a su vez respondió al piloso Jefe de Gabinete acusando al Gobierno Nacional de permitir una descontrolada inmigración de los países limítrofes, particularmente de Bolivia y la explotación política de la situación creada poniendo “palos en la rueda” en la búsqueda de la solución.
Los jueces por su parte no se quedaron detrás, cuatro se declararon incompetentes para intervenir en el conflicto.
Mientras se efectuaba el cruce verbal entre Fernández y Macri y ejercían una irresponsable esgrima verbal, la situación se agravaba cada vez más.
Lo que parecía un campo de refugiados de la segunda guerra mundial en el este de Europa, se convirtió en un verdadero campo de batalla, con otro muerto y decenas de heridos.
La ausencia del Estado fue casi total.
El gobierno de la CABA no podía y el Nacional no quería.
Después de tres días de graves desórdenes Cristina despertó de su profundo letargo.
No debe sorprendernos, los mismo hicieron los Kirchner en otras situaciones similares.
Siempre corrieron los problemas de atrás.
Y es así que sorpresivamente creó el Ministerio de Seguridad (me pregunto porque si hasta unos días el gobierno manifestaban que era simplemente una sensación y que las “estadísticas” mostraban una disminución del delito) y convocó a Macri para buscar una salida a esta penosa situación.
Lamentablemente tarde, demasiado tarde la intervención del Gobierno Nacional.
El desastre ya ocurrió y Cristina carga en su haber un irresponsable y fatal escándalo más, con cuatro muertos e infinidad de heridos de diferente magnitud.
Y además tuvo que reorganizar en plena crisis su gabinete.
Renunció el Ministro de Justicia y Seguridad, Julio Alak.
Lo menos que se podría pedir y esperar es la renuncia del Jefe de Gabinete.
En realidad si tuviese un poco de dignidad, este ex prófugo de la Justicia, renunciaría solo porque fue obligado a resolver el conflicto junto con Macri al cual había denostado poco tiempo antes.
Dr. Alfredo Raúl Weinstabl
No hay comentarios:
Publicar un comentario