El colapso de los Kirchner
Desde hace tiempo, el peculiar concepto del ejercicio del poder que exhibe en Argentina el matrimonio Kirchner se encuentra en el límite entre la imprudencia y la legalidad.
La economía vuelve a estar en la cuerda floja, asfixiada por la sempiterna deuda, amenazada ahora además por la inflación, y la reacción de la Casa Rosada es una inquietante huida hacia adelante.
El caso de su enfrentamiento con el responsable del banco central y los planes dudosamente legales de apoderarse de las reservas de divisas son síntomas de que las cosas no van bien en Buenos Aires.
Hasta ahora, su apuesta populista ha conducido a la pareja a una especie de patrimonialización de la presidencia, reducida a un bien ganancial del que nadie ignora que han obtenido beneficios que superan con creces lo que puede considerarse razonable; no es de extrañar que el índice de aceptación de la presidenta, Cristina Kirchner, esté cayendo en picado.
El hecho es que hace una década que los Kirchner gobiernan en Argentina y en todo este tiempo no han logrado poner en marcha ninguna transformación esencial en las estructuras económicas y políticas del país para lograr que las crisis recurrentes no se repitan y hacer que los argentinos tengan la estabilidad y el bienestar que se merecen.
En vez de seguir el ejemplo de países donde las cosas van mejor, como es el caso del vecino Chile, los Kirchner han preferido coquetear con un régimen de clara vocación totalitaria como el de Venezuela.
A la presidenta actual le queda todavía un año y medio largo de mandato, que se antoja será un auténtico calvario teniendo en cuenta sus catastróficos índices de popularidad.
En un ambiente de crisis, otros presidentes argentinos han conocido por desgracia cuál es el resultado de la ira de las masas.
Los últimos discursos de Cristina Kirchner y su extraño contenido, coincidiendo con la enfermedad de su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, parecen indicar, sin embargo, que al menos podría existir desorientación en la dirección de los asuntos del Estado.
La rectificación se antoja muy difícil, pero no hay otra posibilidad de evitar el colapso de la política argentina.
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