sábado, 18 de agosto de 2012



EL MODELO TOTALITARIO INCLUSIVISTA



Lo de inclusivo habría que verlo, lo de totalitario es lo único cierto y, de que profundiza día a día, también. 

Sin prisa pero sin pausa, como la rana que en la olla se adapta al agua que se calienta hasta convertirla en rana hervida, así también, los argentinos vamos acostumbrándonos a la amputación de nuestros derechos hasta ese día que no tengamos ninguno. 

Lo que nos pasa, es que no sabemos lo que nos pasa (diría Ortega). 

O, tal vez, sí sabemos y hacemos como que no. Hay tiempo, para los que esperan que la sangre llegue al río para recién actuar. 

Ahora bien, mientras más se tarde en reaccionar contra el totalitarismo, más difícil será salir de él. 

No se debe subestimar al totalitarismo por incipiente que sea, esa es la lección de la Historia. 

En este sentido, el error más común consiste en confundir democracia con totalitarismo. 

Es común creer que porque un presidente fue votado por más del cincuenta por ciento del electorado se convierte automáticamente en un demócrata consagrado. Para nada ello es así. 

El circunstancial porcentaje de votos conseguido sólo indica que fue elegido por la mayoría. 

El título de demócrata lo obtendrá, sí y sólo sí, gobierna respetando la ley y, por ende, los derechos y garantías de los gobernados. 

Cristina es un claro ejemplo de lo contrario. 

Pero, si bien ella es la abanderada no es la única; también, tiran el carro totalitario los gobernadores, diputados, senadores, intendentes y concejales partidarios. 

También, por supuesto, los ciudadanos comunes que los siguen votando. 

El hecho de que sean la mayoría no los hace menos totalitarios. 

Hitler, también ganaba elecciones. 

Lo mismo, Hugo Chávez. 

Perpetuar con el voto al déspota que, viola la Constitución, avasalla con la independencia de poderes, persigue a los opositores, protege a corruptos, ataca a la prensa libre, escracha por cadena oficial a los que lo critican, se apropia de los fondos de los futuros jubilados, etc., es ser, si bien no un totalitario acabado, por lo menos sí, un pichón de totalitario. 

Con la excusa de “la inclusión” (táctica típicamente, fascista) el gobierno excluye a los argentinos de la libertad. 

No tenemos derecho a la verdad del Indec, a comprar dólares y por lo tanto a salir del país, a adquirir manufacturas importadas, a que no nos roben el salario con el impuesto a las ganancias, a caminar por la calle sin el peligro de ser asaltados, a evitar que a nuestros hijos los eduque “la Cámpora” y, lo más elemental, a una justicia decente y no este mamarracho que tapa sus defecciones encarcelando a militares y policías ancianos. 

Con pruebas para mandarlos, directo y sin escalas, a la silla eléctrica, no hay ni un sólo funcionario kirchnerista preso por corrupción. 

Por el contrario, a los militares que combatieron la subversión los pasean, condenan y exhiben como fieras de circo por el país (los fiscales hacen cola para acusarlos). Ahora, van por Mauricio Macri. 

Pronto, le tocará a Scioli. Moyano, espera en capilla. 

Magnetto y Ernestina Herrera de Noble, como pueden, resisten los embates de los esbirros. 

También, Blaquier, Levín y Aleman. 

Nadie está a salvo si no pertenece al gobierno. Por eso, a las cosas por su nombre: al pan, pan; y a los totalitarios, totalitarios (inclusivistas, incluidos).

Mauricio Ortin

No hay comentarios:

Publicar un comentario