Los hechos que se suceden en los colegios de distintas partes del país, con diversos grados de intensidad, tuvieron el lamentable mérito de poner ante nosotros el estado actual de lo que se ha dado en llamar el "sistema educativo" argentino.
A poco de andar y sin mayor dificultad, observamos que de "sistema educativo" le ha quedado muy poco (la falta de coherencia interna de sus elementos es evidente) y de educativo mucho menos.
Las noticias de los tiempos nos ofrecen un reparto de maestras jardineras abusadoras, maestros de formación inicial también abusadores, alumnos que golpean a sus maestras en el nivel medio, alumnos que golpean o matan a sus compañeros en ambos niveles, exhibiciones de armas blancas y de fuego en los establecimientos, unidades académicas universitarias que reúnen en sus claustros a quienes dicen ser piqueteros, artesanos, y presencia de traficantes variados en todos los lugares, sin distinción de nivel.
En fin, un panorama desolador, al que también podríamos agregar las medidas de fuerzas de los docentes en varias jurisdicciones, los conflictos internos por la conducción y las cátedras en varias universidades públicas, la falta de cumplimiento del mínimo calendario lectivo, las condiciones edilicias, la ausencia de política nacional y provincial en la materia, etc.
¿Cómo ha llegado a suceder esto?
¿Cómo explicar que una nación considerada líder en el tema educativo para América Latina se encuentre ahora sumergida en el más ineficaz aparato de enseñanza que haya conocido?
¿Cómo entender que se la transmisión efectiva de conocimientos se haya deteriorado a tal punto que la escuela ha pasado a ser un recinto de mínima seguridad donde sus propios destinatarios, pueden transformarse, al mismo tiempo, en victimarios y víctimas por efecto de este proceso?
Historia I.
La debacle de la dictadura militar se llevó consigo la permanencia del modelo educativo tradicional.
A partir de allí, el gobierno alfonsinista le apuntó al sistema clásico de bachillerato (para decirlo en sentido amplio) como un esquema autoritario que, además, no se encontraba a la medida de los nuevos tiempos.
De paso hizo realidad la ilusión de los lectores gramscianos de ocasión, quienes veían la oportunidad de "copar" la cultura y todo lo que tuviera que ver con lo educativo, como una manera de ganar la batalla ideológica de fondo.
En 1984 se puso en marcha el Congreso Pedagógico Nacional un ámbito multitudinario de discusión que enfrentó las posiciones defensoras de diseños públicos, con fuerte hincapié en el cambio pedagógico y la equidad, frente a la postura de la educación privada.
A la par, se dieron otros debates que involucraron, por ejemplo, a aquellos que pusieron el acento en la escuela como protagonista, otros en la formación de los docentes y otros en los contenidos curriculares.
Al término del Congreso Pedagógico se elaboraron algunas propuestas que después serían utilizadas en la década siguiente.
Sin embargo, mientras esto sucedía, por un falso criterio "democratizador", la escuela comenzó a transformarse de un recinto "de contenido" a uno "de contención".
Ello significó, en la práctica, una mayor flexibilidad para evitar la repitencia y, la disminución de los estándares de disciplina; es decir, lo malo de lo "viejo" se enderezó con lo peor de lo "nuevo".
Historia II.
Se ha dicho que la disyuntiva izquierda-derecha ha caducado hace tiempo y es utilizada para confundir a los incautos que todavía siguen creyendo en ella...
Ningún ejemplo resulta más ilustrativo de esto que lo sucedido en los noventa con la reforma educativa:
El gobierno menemista no tuvo reparos en solicitar a técnicos pretendidamente "progresistas" la elaboración de lo que luego fue la Ley Federal de Educación.
Allí se terminó de trastocar todo.
Se estableció la Educación General Básica y el Polimodal, como forma de alargar y mantener el período de escolaridad y dotarlo de algún grado de especialización laboral.
A su vez se dispuso la transferencia de las escuelas a las provincias, reduciendo el papel del Ministerio Nacional del ramo a una instancia de formulación y coordinación de políticas.
Se elaboraron nuevos contenidos pero no se profundizó la mejora de la profesión docente, su calificación y la revisión de su régimen estatutario.
Esto convino a todos.
El Estado Nacional se quitó un problema de encima, dejándole a las provincias la gestión escolar.
Las provincias, por su parte, recibieron el manejo exclusivo de la educación en sus jurisdicciones, sin mayor injerencia del gobierno nacional quien, en esto de "promover el bienestar general" tenía la posibilidad de construir y administrar escuelas nacionales en todo el país, en competencia con ellas.
El gremio docente, a su vez, si bien terminó discutiendo con el secretario provincial de turno, no vio disminuido su poder ni cercenada su participación en las juntas o comisiones evaluadoras del personal, manteniendo la llave de la carrera docente.
Cabe preguntarse que pasó con el alumno, dichoso beneficiario de tales esfuerzos patrióticos.
Por empezar, debido a este seudofederalismo, perdió la asistencia nacional directa y los beneficios que le aportaría una gestión estratégica de conjunto.
Pero lo más dramático fue que, según donde estudiara, pudo tener mayor o menor suerte para sobrevivir en el nuevo sistema, ya que cada jurisdicción entendió (o quiso entender) lo que le convenía de la Ley.
Así, mientras Buenos Aires sustituyó "educación" por "escuela" general básica y trató de paliar sus deficiencias en el nivel inicial, con indiferencia del medio, Córdoba, por ejemplo se dedicó a fortalecer éste último y la Ciudad de Buenos Aires a tratar de mantener el anterior régimen con algunas modificaciones del nuevo.
En fin, mientras para unos la escolaridad se convirtió a un aspecto exclusivamente de protección social, para otros, la reforma oficializó la existencia de una "básica" más un "preuniversitario" al estilo norteamericano.
Por otro lado, puertas adentro, la escuela paso del contenido a la contención y de la contención a la convivencia.
Este nuevo término sirvió para desmenuzar aún más el régimen interno de conducta, eliminando amonestaciones, reduciendo las expulsiones como tales (y menos durante el año lectivo), e instituyendo cuerpos colegiados donde los alumnos tratan las faltas cometidas por "alumnos" y determinan sus consecuencias.
Si esto no fuera suficiente, la reforma constitucional y la Ley de Educación Superior fortalecieron la autonomía, gratuidad y sostenimiento de la enseñanza universitaria.
Esto derivó en conflictos institucionales con la Nación, cuyo más claro ejemplo fue el ingreso a la carrera de Medicina, potenciando la gestión de rectores como Shuberoff y, en lo más alto de la cuestión, desplazando a un Ministro de Economía como López Murphy, sólo por que unos cuantos estudiantes quemaron unos bancos en Avenida Figueroa Alcorta y Pueyrredon.
Por último, toda esta situación (muy brevemente descripta) alentó desde las tribunas neoliberales a ofrecer soluciones "de mercado" como las escuelas charter, la escuela autónoma, etc, lo que tampoco se observa como una solución definitiva a la realidad que vivimos.
Salida.
El lector podrá sostener que buena parte de este relato es un ejercicio de pacatería de quien intenta volver al pasado.
Nada de eso.
Lo dicho constituye un intento de advertir que los hechos de violencia escolar no tienen un origen exclusivo y excluyente en las políticas del FMI, los medios, la crisis de la familia, el nivel de desempleo, Marilyn Manson, u otros tópicos de atribución de culpabilidad.
Más bien, no debe dejarse de lado un análisis que se ocupe también del fracaso educativo como derivación de una política fragmentaria constante, diseñada por burócratas, favorecida por grupos particulares de interés y dirigida para disminuir la presencia del Estado Nación, antes protagonista.
La escuela ha quedado condenada a ser un comedor o un merendero para niños indigentes como actividad principal (no accesoria), y un reservorio de jóvenes a lo que se mantiene sin objetivos claros, impartiéndose (cuando se puede) una calidad de enseñanza decreciente.
En este contexto, donde se ha perdido la noción de comunidad y cada responsable puja por cuestiones sectoriales de beneficio, ¿Hasta cuándo vamos a sorprendernos por las trágicas consecuencias que se están generando?
Santiago Mallorca