Hay que ser muy ingenuo para creer que el acuerdo
con el régimen iraní puede llevar a la verdad y a la justicia por el atentado a
la AMIA.
La “Comisión de la Verdad”, el engendro resultante del tratado
irano-argentino, no tiene como fin lo que su nombre indica.
No se trata de avanzar por avanzar, se trata de avanzar hacia la verdad y, este, no es el caso.
Salvo una confesión autoincriminatoria, el régimen persa no puede aportar absolutamente nada para esclarecer un hecho que se produjo en Buenos Aires.
En este sentido los iraníes han sido categóricos en sus dichos, cuando, hace menos de una semana, oficialmente han señalado al Estado de Israel como responsable.
Luego, la posición de Irán es que la comisión deberá investigar a Israel como responsable del atentado.
Es que,
¿Irán se burla de la Argentina?
¿Cómo es posible, entonces, que el Gobierno nacional siga esperanzado en esa
“Comisión de la Verdad”?
Además, el simple hecho de que los acusados iraníes se nieguen a declarar es suficiente para que el acuerdo, a los efectos de hacer justicia, se convierta en inservible; y, en el caso de declarar,
¿esperan una confesión de culpabilidad?
Por otro lado, según el memorando suscripto, el fallo de la Comisión no es vinculante.
Conclusión, cada país hará lo que se le dé la gana con el dictamen final.
Es decir, que terminado el trabajo de la Comisión, la situación de la causa volverá, en el mejor de los casos, a la situación anterior.
Sin embargo, gracias al acuerdo, el gobierno de Irán se verá aliviado de la presión internacional que sufre por el atentado a la AMIA.
Si a la Argentina no le interesan sus ciudadanos asesinados,
¿por qué debieran interesarles a otras naciones?
Además, cuando Israel pidió explicaciones por el tratado, la respuesta del canciller Timerman fue algo así como “que no se metan porque no es problema de ellos”, ya en la AMIA no hubo ni un muerto de ciudadanía israelí.
Pero, más allá de que se trate que son, efectivamente, argentinos los asesinados, la intromisión del Estado judío es más que comprensible.
Saben, por miles de años de experiencia propia, que los judíos de cualquier parte del mundo solo pueden confiar en sí mismos cuando se trata de persecución racial o religiosa.
Cuando los nazis, antes de la Segunda Guerra, comenzaron su genocidio en Alemania ningún país se metió (incluido el Vaticano).
El hecho de que Israel esté más preocupado que la Argentina por las 85 víctimas debiera preocuparnos
(¿será que el Gobierno, por ser judíos, los considera argentinos de segunda?)
Debe haber una explicación para el drástico cambio de rumbo del Gobierno respecto de la causa AMIA.
Desde ya que no es buscar justicia.
En mi opinión, ante el vacío que le hace el Primer Mundo, el kirchnerismo mendiga desesperadamente aliados de cualquier tipo para sostenerse en el poder.
Europa, los EEUU nos bajaron el pulgar por mentirles con las estadísticas del Indec y por estafarlos con la deuda pública.
Desde hace años que no nos prestan ni invierten un peso.
Vietnam, Angola, Cuba, Venezuela y ahora el Estado terrorista de Irán son los nuevos amigos.
Mahmud Ahmadineyad, el presidente de Irán, públicamente ha negado el Holocausto, ha afirmado que “Israel debe ser borrado del mapa” y, también, advertido que “todo el que reconozca a Israel arderá en el fuego de la furia de la nación islámica”.
Sin considerar los dos atentados terroristas en Buenos Aires que se le atribuyen, ya es una vergenza que tengamos relaciones con un país donde el presidente afirma semejantes barbaridades y en el que la homosexualidad es considerada un crimen que se paga con la muerte.
Verguenza, también, es el hacer el papel de tonto útil de la política exterior iraní.
Ayer, 20 de febrero, se conmemoró el Bicentenario de la Batalla de Salta.
Hubiese sido de buen gusto que los senadores y diputados nacionales esperaran hasta marzo, por lo menos, para convertir en ley esta humillación a la patria.
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